Los manuales de diagnóstico fijan como edad mínima para determinar el diagnóstico del Trastorno Déficit de Atención con /sin Hiperactividad (TDAH) los 6-7 años de edad, pues se establece que hasta la edad de los 6 años, los niños no presentan patrones de conducta fijos, debido a la variabilidad del niño en sus respuestas al entorno.
En algunos casos, existen signos clínicos de alerta en edad preescolar ( a partir de los 4 años) que hacen sospechar de un posible patrón compatible con un cuadro de TDAH.
Los niños entre los 4 y 6 años tienen de forma progresiva un menor nivel para la aceptación de las normas que los demás, tienen rabietas frecuentes, más conflictos con sus compañeros y se pegan más con ellos porque son más competitivos por su impulsividad.Además de presentar mayor actividad. Suelen pedir muchas cosas con insistencia, y son intrépidos sin ver el peligro porque además tienen gran actividad motora y curiosidad por todo. En ocasiones también presentan precozmente una conducta disruptiva con variaciones temperamentales y alteraciones de la regulación emocional para su edad correspondiente, lo que repercute en una limitada interacción social e incluso una difícil relación con sus padres (Mulas, 2012.)
Los TDAH preescolares de tipo inatento pasan más desapercibidos porque no son tan conflictivos, van a su aire y hacen poco caso a los demás, sacan los juguetes de su sitio pero luego no les hacen caso y en clase no siguen el ritmo de los demás, se olvidan de sus tareas y organizan peor sus actividades (Mulas, 2012.)
Por otra parte los ambientes también influyen y puede darse el caso de que en su casa son muy tolerantes con el niño pero en la guardería se quejan y solo un cuidadoso seguimiento clínico de los signos de alarma permitirá hacer una fundamentada sospecha diagnóstica.
Ante la sospecha de un posible caso de TDAH preescolar, el procedimiento adecuado es un control médico exhaustivo de la evolución y progresión del niño/a, e incluso una intervención psicopedagógica temprana dirigida desde el servicio de pediatría o desde asistencia psicopedagógica externa para corregir comportamientos disruptivos, diseñar pautas adecuadas, establecer sistemas de economía de fichas sencillos, frenar la impulsividad motora potenciando el autocontrol, trabajar el desarrollo de las habilidades de autorregulación y la demora de gratificaciones y canalizar la hiperactividad motora mediante vías de escape motoras adecuadas a su edad como deportes, actividad físicas, juegos, etc.
En estas etapas infantiles tempranas, la actividad lúdica y el juego sirven como herramienta del desarrollo intelectual, cognitivo, emocional y social, por lo que son una excelente forma de entrenar y adquirir habilidades y estrategias internas.
Los cuidadores, educadores y profesores también juegan un papel fundamental en la intervención con los niños/as preescolares con TDAH, pues al situar al alumno «problemático» cerca de ellos pueden interactuar con mayor frecuencia, preguntarles cosas cuando ven que se despistan, facilitarles la labor e incluso darles más tiempo en las evaluaciones académicas cuando son mayores, con la idea de que mejore su rendimiento académico y con ello la autoestima del alumno procurando un mejor pronóstico. Mulas (2011.)
Hacer el diagnóstico temprano del TDAH preescolar es un paso fundamental por las implicaciones relevantes que ello conlleva en la vida futura de estos niños en el ámbito académico, conductual, familiar y social, especialmente en el subtipo combinado, pues éste presenta un abanico más amplio de manifestaciones sintomatológicas y problemas en los diferentes entornos.
Sólo una intervención combinada multidisciplinar con un base sólida de apoyo terapéutico-psicopedagógico, control de la evolución médica y la implicación de padres , profesorado,cuidadores… hacen posible un mejor pronóstico en la evolución futura de estos niños y sus familias y prevenir la aparición de futuros problemas.
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